Efectivamente, y aunque lo recomendable es no afrontar la vida como si fuera un ring o una mesa de Casino, lo cierto es que las circunstancias a veces pueden llevarnos a tener que elegir, a tener que priorizar, a tener que plantearnos si realmente podemos seguir por ese camino por el que, aunque renqueantes, alguna voz, más externa que interna, nos dice que hemos de continuar.
Y es que, cuando aparecen las curvas, lo lógico es ajustar la velocidad e incluso pisar el freno. Estamos seguros de que muchos de nuestros lectores han tenido el acto casi reflejo de tomar un respiro y decirse: «¿cómo salgo de ésta?». Eso es precisamente lo que hizo nuestro ya amigo Jaime.
Sin saber muy bien cómo, a Jaime ya no le resultaba posible atender aquellos préstamos con los que se había acostumbrado a convivir, pero, claro está, antes de reconocérselo a sí mismo, y a su familia, un día de enero se detuvo en un stand de un centro comercial en el que ofrecían la pócima mágica: una tarjeta de crédito de facilísima concesión, y de imposible amortización, cosa que descubriría varios meses después.
Jaime consiguió tapar el roto dos meses, pero cuando ya asomaba la primavera, se percató de que aquello no iba a mejor, sino al contrario. Rumiando alguna solución en su sofá, reparó en aquel anuncio de actores con sonrisa profident y billetes en mano…«600 €, con eso lo arreglo». se dijo. Y como resultó que conseguirlos era un juego de niños, pues ya de paso solicitó cuatro más a firmas de la competencia, y así se aseguraba «paz financiera» hasta el verano.
Y llegó el verano, y a Jaime le ardía la cabeza, y sobre todo le ardía el teléfono cuando, a pesar de sus intentos, comenzó a no atender las primeras cuotas de sus préstamos de siempre, la de la tarjeta de crédito made in centro comercial, y los vencimientos de aquellos 600 €x4 que ya no eran 600€x4, sino 1050€x4, más no se cuántos euros de propina por «honorarios»….
Pero Jaime tuvo la valentía de parar, reconocer que con sus «soluciones» no iba a ningún lado, y tuvo también el coraje de pedir ayuda. Nos contaba que el detonante fue ver a su hijo de 2 años jugando alegremente y al margen de cualquier preocupación: le aterrorizó la idea de que no pudiera garantizarle un futuro medianamente digno, a pesar de que Jaime se dejaba la piel en el hospital público en el que trabaja y donde hacía, y hace, todas las guardia que podía.
Renegociar deudas
Abierto a dejarse ayudar por profesionales, comprendió que hay que desprenderse de esa presión, a veces absurda, de «morir antes de dejar de pagar» y pudo vislumbrar que es posible atender todos los intereses, pero que los de su familia y por lo tanto, los suyos van en primer lugar.
Hoy Jaime puede trabajar con tranquilidad, proporcionar dignidad a su familia, y, por supuesto, atender sus obligaciones con sus acreedores, pero eso sí, fue capaz de sentarse frente a frente con ellos y mostrar músculo…
¿Y tú?… ¿optarás por quedarte «MUERTUS», que no «VIVUS», en tu sofá? ó ¿estás dispuesto a ganar este pulso?